martes, 22 de marzo de 2016

Empezaré por el principio.

La nuestra es una familia de 4, somos paparockero, gatuna1, gatuna 2 y aquí servidora. La historia de las gatunas no tiene nada que ver con el tema principal sobre el que va a tratar el blog, pero ya que vamos a empezar por el principio os pongo en antecedentes de todo.

Hace unos 4 años paparockero y yo vivíamos en Madrid y tuvimos la oportunidad de hacernos casa de acogida para un gato salvaje que había tenido una pelea y le habían tenido que rescatar de su manada para darle puntos en una pata. Fue todo un desafío para nosotros enseñarle, y para el pobre gato aprender a tener contacto con los humanos, a usar su correspondiente arenero, etcétera. 
Cuando se llevaron al pequeño Thor se nos cayó la casa encima, parecía tan vacía que nos pusimos a la búsqueda, fuimos a protectoras a informarnos, y finalmente dimos con una chica del pueblo donde vivíamos, ella alimentaba a unos gatos callejeros y cuando las gatas se quedaban preñadas se las quedaba en casa para cuidarlas a ellas y encargarse de los cachorros. Fuimos a conocerla y la verdad es que gatuna1 enamoró a paparockero. La primera vez que las vimos tenían una semana de vida y estaban maullando todo el rato, pero paparockero la cogió en brazos y se quedó completamente dormida, decidimos que, cuando estuviera destetada, sería ese cachorrito el que nos llevaríamos. La muchacha nos dijo que ese y otro cachorro dormían siempre echos una bolita, costumbre que no ha cambiado, así que la idea de separarlos tan pequeñitos nos rompía el corazón y decidimos llevarnos también a gatunga2.



Al mes, o cosa así, a paparockero le salió un trabajo en un pueblecito cerca de Nürnberg, así que empaquetamos la casa, la metimos en el coche y nos vinimos de aventuras a Alemania, en enero del año siguiente paparockero me preguntó si me casar con él y el 22 de noviembre más soleado de la historia de nuestra ciudad natal decidimos casarnos. 


En Mayo, medio año después, paparockero se vino a Berlín de avanzadilla a buscar piso porque le había salido otro trabajo; la ciudad ofrecía muchas más oportunidades y el trabajo es en un sector que siempre le ha apasionado, así que no se lo pensó. Yo me quedé organizando la mudanza y todo lo que ello conlleva, viajando cada fin de semana para traer trastos, vernos, etc, y el 2 de septiembre me vine, ya definitivamente.

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