viernes, 29 de julio de 2016

Mi parto II

Nadie se plantea que su parto vaya a ser provocado, pero en mi caso tampoco había muchas más opciones, los latidos del niño estaban bajando, aún había tiempo antes de ir diréctamente a la cesárea, pero había que hacer algo para acelerar el proceso así que obviamente, sabiendo los pros y los contras de todo lo que iban a hacerme accedimos, lo primero era la salud de mi bebé.

Empezamos con una dosis de prostaglandinas, un gel vaginal utilizado para generar unas contracciones más fuertes y constantes, y vaya si lo consiguió. Esas dos horas que tuve que permanecer tumbada fueron las más largas de mi vida, sólo quería poder levantarme, me dolía hasta el alma con cada contracción y no me dejaban moverme. A partir del momento en el que me quitaron las correas y me dejaron levantarme ya no podía parar quieta, sentada eran horribles, tumbadas insoportables, nos tiramos casi tres horas dando paseos por los pasillos parando sólo, de vez en cuando, para picar algo en el comedor.

Pasadas las seis, cansados ya de dar paseos, optamos por la bañera, me llenaron una bañera, ya en el propio paritorio, con agua calentita y esencia de naranja para relajarme mientras seguían las contracciones y la verdad es que funcionó, el dolor era menos intenso, pero la postura la verdad un tanto incómoda, cuando decidí salir para nuestra sorpresa empezaron a venir las contracciones cada tres minutos, muy fuertes, muy dolorosas y apenas podía moverme o hablar. Paparockero echó a correr hacia el control de enfermeras y dijeron que ya era hora de quedarse en el paritorio, así que fue a recoger las cosas de la habitación y a mi me tumbaron en una cama convertible para ver qué tal iba el proceso.

Otra ronda de monitores que ya no acabó hasta el momento del expulsivo, otro tacto que venía con no demasiadas buenas noticias, puesto que si, las contracciones eran mucho más fuertes y constantes, pero había dilatado apenas cuatro centímetros, así que, otra vez tras informarnos sobre los pros y los contras y dar nuestro consentimiento me pusieron una vía con oxitocina.

A las 9, tras otro tacto en el que nos dijeron que sólo llevaba 7 centímetros dilatada y opté por pedir mi tan temida epidural, llevaba dos horas llorando a moco tendido por el miedo que tenía a la dichosa epidural. Todo el mundo decía que dolía mucho, sabiendo los efectos secundarios, sabiendo que no podría moverme después, y sobretodo con un miedo horrible porque sabía que mientras me la ponían debía estarme quieta y a mi con cada contracción me temblaba el cuerpo entero de una manera que no podía controlar. Aunque he de reconocer que al final no fue para tanto, si bien es cierto que optamos por la anestesia peridural y no la epidural en si. No son muchas las diferencias, pero la mayor de todas es que con la peridural sigues teniendo la funcionalidad de las piernas pues te duerme desde debajo del pecho hasta la ingle.

Como decía, la propia epidural no fue dolorosa, peronalmente lo más costoso fue arquear la espalda, puesto que la prominente barriga y el dolor acumulado en la zona inglinal no lo ponían fácil. He de reconocer que, para mi, fue la mejor decisión; al cabo de quince minutos no había ningún tipo de dolor, dejé de notar por completo las contracciones, pero en el monitor salían reflejadas, por lo que aprovecharon para subir la dosis de oxitocina y así intentar acortar la espera.

Fue la mejor hora desde que había empezado toda la locura, realmente pudimos descansar, tanto paparockero como yo tuvimos un momento de paz, que se vió interrumpido al poco de pasar las diez por un tropel de médicos, enfermeras y auxiliares que entraron a todo correr en la sala diciendo que los latidos del niño estaban bajando mucho, que había estrés fetal y que debían sacar sangre de la cabeza del elefantito para ver si tenía oxígeno suficiente, que era hora de salir, fuera como fuera, pero había que sacarlo ya, que no podía moverme, que cada vez que me movía las pulsaciones bajaban aún más.

Así que como podéis imaginaros con nuestra cara de susto y con mucha espectación sacaron sangre de la cabecita del niño tras mucho esfuerzo pues no paraban de decir que tenía mucho pelo y no podían pinchar bien. Una vez lo consiguieron una enfermera echó a correr, no habían pasado ni diez minutos y tan rápido como se había ido volvió a entrar entregándole un papel a la doctora que aún seguía entre mis piernas con toda la tropa detrás. La doctora miró el papel, miró a la enfermera, volvió a mirar el papel, la preguntó si estaba correcto y nosotros sólo queríamos saber que demonios ponía, sus caras no auguraban nada bueno y yo ya me estaba viendo en quirófano. La prueba había salido mal y tuvieron que repetir todo el proceso. La segunda vez que la enfermera regresó con los resultados dijeron que el pequeño oxigenaba bien, pero que tenía que salir ya.

Nos habíamos librado de la cesárea, pero si llego a saber lo que venía después casi la habría preferido. Nos quedamos sólo con una doctora y la matrona, era hora de empujar, el niño seguía muy arriba pero debíamos sacarlo cuanto antes.

Tras hora y media empujando en diferentes posiciones yo ya no podía más, llevaba más de 22 horas de parto sin apenas descansar, habían pasado más de 34 horas desde la última vez que había dormido. Estaba literalmente agotada y de repente todo el mundo abandonó la sala excepto la matrona que estaba haciendo otras cosas mientras yo seguía empujando con cada contracción bajo el apoyo incondicional de paparockero.

Al rato volvió la doctora con una enfermera que se subió a la cama tras de mi poniendome sus piernas como almohada. En la siguiente contracción me quería morir, mientras yo empujaba con las pocas fuerzas que me quedaban la matrona y la doctora me flexionaban las piernas y la enfermera presionaba mi barriga desde arriba con tal fuerza que pensé que me iba a partir en dos. En un momento dado pude ver a mi pobre marido en una esquina viendo la escena sujetando la botella de agua que yo le iba rogando a cada rato sin poder hacer nada más que animarme desde lejos porque el pobre ni cabía casi.

Después de otro rato así no había manera, seguía sin salir, el dolor era ya insoportable y no tenía fuerzas ni para respirar, la presión de la enfermera en el estómago era sofocante y realmente pensé que no iba a salir nunca, en esa siguiente contracción noté como la presión se aliviaba, me habían realizado una episiotomía, la cabeza ya estaba saliendo, al segundo la ví fuera y el cuerpecito salió casi disparado. El líquido amniótico salió verde, me pusieron al niño encima, la doctora llamó a la pediatra y me dijeron que no podían dejar el cordón latir, que debían revisar que el niño no hubiera tragado, ni aspirado el líquido sucio y no había tiempo de esperar que saliera la placenta. Así que al final el cordón umbilical se lo cedimos al mismo hospital para utilizarlo en investigación.

Se llevaron al niño apenas dos minutos y me lo volvieron a poner en el pecho, el niño estaba perfectamente sano.


En cuanto a mi; mientras tenía a Etel encima salió la placenta, me limpiaron y me cosieron, cuando le pregunté a la doctora me dijo que no había contado cuántos puntos me había dado, pero se estuvo en la tarea más de media hora así que debo tener puntos hasta en el carné de identidad. Tras dos horas con el pequeño en el que me le pusieron en el pecho para que empezara a mamar nos pasaron a la habitación, le hicieron una pequeña revisión al pequeño que básicamente consistió en tomarle la temperatura y examinar su cuerpecito en busca de alguna de esas pequeñas manchas o marcas que pueden salirles al nacer.

Después paparockero, por petición de las enfermeras se fue a casa a descansar, que él también se lo había ganado. Y es que aquí, aunque al principio pueda parecer chocante, a los padres o acompañantes no les está permitido quedarse durante la noche, (a no ser que pagues una habitación familiar) y es que al ser habitaciones compartidas se considera que puede ser incómodo para el otro ocupante la falta de privacidad. Si bien es cierto que al principio no me gustó la idea la verdad es que es muy lógica y viene realmente bien, el acompañante duerme en su cama y no en una silla, puede darse una ducha tranquilamente, cenar algo decente y estar a primera hora en el hospital fresco y descansado. En nuestro caso en cuanto paparockero entraba por la puerta servidora aprovechaba a echarse una siesta sabiendo que el niño estaba vigilado.


En el siguente post os contaré un poco sobre la estancia en el hospital y el sustillo que tuvimos el día que nos dieron el alta.



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