Martes,
22 de Noviembre, Elefantito cumple 5 meses y paparockero y yo hacemos
dos años casados.
Es
un bonito día, nos hemos levantado todos de buen humor, después de
comer tenemos planeado hacer Skype con la abuela que es su cumpleaños
y nos espera un día relativamente relajado.
Pasamos
una mañana jugando tranquilamente, bueno, todo lo tranquilamente que
se puede jugar con un pequeño que quiere empezar a gatear, llega el
cartero con un par de paquetes para paparockero y llega la hora de la
siesta. Ya sabéis que nosotros colechamos, así que está
acostumbrado a acostarse en nuestra cama.
El
peque se duerme enseguida protegido por una barrera de almohadas, y
yo me meto en la cocina. Preparo la comida sin mayor problema y
cuando queda un minuto para apagar el fuego empiezo a escuchar un
leve quejido, señal de que ya se está despertando.
Mientras
retiro la comida del fuego escucho un chillido que me pone los pelos
de punta. Etel nunca grita (o gritaba) con dos meses lo hizo una vez
dormido, pero ni se despertó. Me dirigí al dormitorio y me encontré
que mi bebé estaba en el suelo. Os podéis imaginar el tremendo
susto que me pegué.
En
media milésima de segundo le tenía entre mis brazos y estaba
examinándole la cabecita para ver si tenía sangre o algo alarmante.
Cuando conseguí calmarle y yo conseguí tranquilizarme por fin ya le
miré más detenidamente, avisé a paparockero de que si veía que el
niño se comportaba raro o no estaba tan activo como suele ser me le
llevaría al médico, avisé también a mi madre, por si no podíamos
hacer Skype al final.
Ventajas
de que mi madre trabaje en el hospital es que en un momento me dijo
que aparte de un comportamiento extraño estuviera atenta a los
vómitos o a si aprecía fiebre.
Después
de un rato de mimitos ya quería que le dejara en paz y bajarse al
suelo a jugar.
A
lo largo del día estuve vigilando su cabezita a ver si le salía
chichón y revisé su cuerpito un par de veces en busca de moratones,
pero nada oye. Ni rastro de marcas.
Paparockero
tiene la teoría de que, como aún no gatea, pero ya se desplaza como
los cangrejitos fue agarrándose a la sabana hasta que llegó al
suelo, por lo cuál no fue una gran caída. Dicha teoría explica
también el por qué yo no oí ningún gople.
Aunque
finalmente no pasó nada, y después de ese día ha habido unos
cuantos cocotones más, producidos por los intentos de gateo, no
sabéis lo mala madre que me sentí, sobre todo ese día, el día
siguiente ya no tenía tanto sentimiento de culpa, pero la angustia
que tuve durante las primeras 24 horas no se la deseo a nadie.
La
parte positiva, que la hay, hemos conseguido que nuestro elefantito
se eche las siestas en su cuna, aunque por la noche sigue acabando en
la cama con nosotros.
Desde
aquí quiero decir a todas las mamis primerizas que habrá momentos
en los que lo haremos mejor, otras en las que no tanto, que todos
tenemos descuidos y días de más estrés, pero no olvidemos que
nuestros bebés están diseñados para sobrevivir a sus padres.
Ánimo.
Madre mía qué susto. A mí también me pasó, más o menos con la edad del tuyo. Y casi me da algo. Le salió un buen chichón morado pero sin más. ¡Menos mal!
ResponderEliminarEs ley de vida y se van a seguir cayendo de aquí a unos cuantos años, pero el susto no te lo quita nadie ;)
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